Parte de nuestra cultura popular es creer que están los que nacieron para la
matemática (como si en el momento de la concepción un ser supremo o que lo
congénito se hubieran puesto de acuerdo) y los que no (en ese momento ese
ser superior estaba ocupado con otras cosas o lo congénito jugo en contra)
Quien más de una vez no escucho: mi hijo le cuesta la matemática, es igual
que yo cuando iba a la escuela, o mi hijo nació para la matemática o manifestar
un docente: no esperes mucho de Juan, Julio y Margarita, hacen lo que
pueden, porque no piensan. Pero Rosalía es muy buena, resuelve todo lo que
le pido y además le ayuda a sus compañeros, tiene pasta de docente. Ahora
bien por qué nos preguntamos en qué medida incide nuestro modelo
epistemológico sobre nuestras prácticas docentes en la enseñanza y
aprendizaje de la matemática. Pensar en la heterogeneidad presente en
nuestras aulas que pone de manifiesto no solo la diversidad cultural de
nuestros alumnos y sus diferentes experiencias extraescolares con la
matemática, (conocimientos que la escuela ha dejado afuera) Interrogarnos
acerca de las posibilidades y la necesidad de incorporarlos al aula o entrar en
un diálogo con ellos, para romper el divorcio existente entre la matemática
escolar y la matemática fuera de la escuela, ¿cómo habilitar y alojar en la escuela y en particular en las aulas a otras voces, saberes y experiencias de
nuestros alumnos?
Estas reflexiones previas debemos considerarlas y pensarlas ya que son
cuestiones fundamentales al momento de planificar nuestras clases de
matemática, pero continuemos analizando algunas variables que intervienen en
los procesos de enseñanza y aprendizaje, para pensar el aula como una
comunidad de producción de conocimientos matemáticos.
Para seguir este excelente articulo te dejo el enlace siguiente.
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