Para trabajar los relatos en el aula, generalmente acudimos a la lectura y la escritura. Partimos de un texto impreso, formulamos preguntas para comprender, para debatir o para imaginar, y luego registramos la información mediante la escritura, generando un texto nuevo. Se trata de una actividad muy importante para la tarea central que nos compete a los profesores de lengua: la lectoescritura. Sin embargo, a la hora de construir y transmitir relatos, muchas veces nos olvidamos de una herramienta tan importante como la escritura: la oralidad. La propuesta de esta nota es tomar al relato como discurso y no como texto solamente, para adoptar una perspectiva más pragmática y preguntarnos: ¿para qué sirven los relatos?, ¿qué busca un narrador de historias al contarlas?, ¿cuál es su función? Llevando estas cuestiones al aula, podemos trabajar con los relatos y con la construcción de auténticos narradores y la necesidad de seguir contando historias.
Oralidad y escritura
Walter Ong, en su libro Oralidad y escritura: tecnologías de la palabra(1982), estudia las relaciones que se pueden dar entre ambos canales de comunicación. En primer lugar, postula a la oralidad como forma originaria del lenguaje. Uno de sus argumentos es su independencia con respecto a la escritura, ya que muchas lenguas se propagaron y transformaron sin la existencia de un sistema de escritura. En segundo lugar, reconoce dos tipos de oralidad: la primaria, característica de las culturas que no conocen la escritura y por lo tanto, independiente de la misma, y la secundaria, que convive y se relaciona con la escritura y con formas tecnológicas de transmitir la oralidad como el teléfono, la radio y la televisión.
La oralidad primaria tiene una paradoja esencial: por un lado, permite que la memoria se active y remita a un conjunto de conocimientos, hábitos, tradiciones y representaciones de un grupo social determinado. Por otro lado, en la oralidad las palabras “dejan de existir” una vez pronunciadas, con lo cual tienen también un carácter perecedero. Laoralidad primaria es, entonces, fugacidad y permanencia. En cambio, las culturas que manejan una oralidad secundaria guardan ese “archivo” en textos escritos, impresos o no.
Si aplicamos estas dos formas de relación entre la oralidad y la escritura a la transmisión de relatos, podemos pensar que una de sus funciones es la perpetuación de un corpus de tradiciones y creencias de los grupos sociales. ¿Dónde encontramos, entonces, la particularidad de la narración oral? Al tratarse de un acto en presencia, la oralidad condensa en un mismo momento la carga histórica del relato y la espontaneidad del instante en que se cuenta. En las culturas de oralidad primaria, es necesaria la presencia simultánea del narrador y los oyentes, y la relación del narrador con sus antecesores. Esta cualidad determina el carácter ritual de la narración y resalta la importancia social de conservar la memoria.
Si aplicamos estas dos formas de relación entre la oralidad y la escritura a la transmisión de relatos, podemos pensar que una de sus funciones es la perpetuación de un corpus de tradiciones y creencias de los grupos sociales. ¿Dónde encontramos, entonces, la particularidad de la narración oral? Al tratarse de un acto en presencia, la oralidad condensa en un mismo momento la carga histórica del relato y la espontaneidad del instante en que se cuenta. En las culturas de oralidad primaria, es necesaria la presencia simultánea del narrador y los oyentes, y la relación del narrador con sus antecesores. Esta cualidad determina el carácter ritual de la narración y resalta la importancia social de conservar la memoria.
Funciones de los relatos
En el caso de los relatos, podemos reconocer dos funciones más: entretener y enseñar. Ambos objetivos están presentes desde los primeros testimonios (escritos) que conservamos en lengua española. Es en la Edad Media cuando se da la convivencia de las formas de composición y transmisión orales y escritas. Sabemos que el Poema del Mío Cid se construyó en base a fuentes orales y se transmitió de boca en boca, para luego acceder a la versión escrita en que nos llega hoy en día. Al mismo tiempo, existieron clérigos como Gonzalo de Berceo que tomaron fuentes escritas y compusieron textos utilizando esta tecnología. Ambos mesteres, juglaría y clerecía, se orientaron a entretener al público pero también a enseñar algo, ya sea estimulando el sentimiento de pertenencia al feudo, como vemos en el Poema del Mío Cid, o la relación con la divinidad, como en los Milagros de Nuestra Señora de Berceo. En ambos casos, el afán didáctico está íntimamente relacionado con una preocupación del grupo social donde surge el relato, y la necesidad de transmitirla y propagarla.
Según la doctora Clarissa Pinkola Estés, psicóloga junguiana, los cuentos, leyendas y mitos de una comunidad contienen toda la instrucción para el desarrollo psíquico del sujeto. En su libro Mujeres que corren con los lobos explica que, a veces, varias capas culturales desdibujan los núcleos de los cuentos. Por ejemplo, en el caso de los hermanos Grimm, los editores de aquella época “purificaron” los relatos para no herir la susceptibilidad del público. A lo largo del tiempo, se superpusieron a los viejos símbolos paganos otros de carácter cristiano y los elementos sexuales se eliminaron, así como toda referencia a lo escatológico y a lo oscuro. De esta manera se perdieron muchos relatos didácticos sobre el sexo, el amor, el dinero, el matrimonio, el nacimiento, la muerte y la transformación.
Según la doctora Clarissa Pinkola Estés, psicóloga junguiana, los cuentos, leyendas y mitos de una comunidad contienen toda la instrucción para el desarrollo psíquico del sujeto. En su libro Mujeres que corren con los lobos explica que, a veces, varias capas culturales desdibujan los núcleos de los cuentos. Por ejemplo, en el caso de los hermanos Grimm, los editores de aquella época “purificaron” los relatos para no herir la susceptibilidad del público. A lo largo del tiempo, se superpusieron a los viejos símbolos paganos otros de carácter cristiano y los elementos sexuales se eliminaron, así como toda referencia a lo escatológico y a lo oscuro. De esta manera se perdieron muchos relatos didácticos sobre el sexo, el amor, el dinero, el matrimonio, el nacimiento, la muerte y la transformación.
Pinkola Estés relaciona el carácter didáctico de estos relatos con su utilización como “medicina” psíquica: en la utilización del cuento como medicina, lo mismo que en la exhaustiva preparación psicoanalítica y en otras artes curativas rigurosamente impartidas y supervisadas, se nos enseña a comprender cuidadosamente lo que hay que hacer y cuándo, pero, por encima de todo, se nos enseña lo que no hay que hacer. Eso es quizás, más que cualquier otra cosa, lo que distingue los cuentos como diversión de los cuentos como medicina.
Volvemos, entonces, a las dos funciones básicas de los relatos: entretener/divertir y enseñar/curar. Pinkola Estés pone el ejemplo de los hermanos Grimm, quienes, justamente, recopilaron por escrito cuentos de su tradición oral, cumpliendo con la función de perpetuar la memoria. Al mismo tiempo, la autora señala la importancia de los relatos para el desarrollo psíquico, ya que establecen un puente entre la comunidad y el sujeto individual.
Narración oral en el aula
En el mundo actual resulta bastante complicado determinar la pertenencia a un grupo social, dada la “globalización” de nuestras relaciones. Teniendo en cuenta la conformación demográfica de la población argentina, resulta más difícil aún, ya que se trata de una mezcla de distintos orígenes, nacionalidades, costumbres, etc. Sin embargo, podemos decir que cada uno de nosotros pertenece a una genealogía y por lo tanto podemos rastrear nuestros orígenes e investigar de dónde provenimos.
Les propongo, para trabajar en el aula, la tarea de aguzar el oído y rastrear las historias familiares y las anécdotas que se repiten, convertidas en chiste o en leyenda. Luego, cada chico intentará transmitir oralmente lo que escuchó, lo más fielmente posible. En este punto de la actividad contamos con un material que puede ser trabajado tanto desde las palabras utilizadas como desde la expresión del cuerpo y de la voz. Los relatos que surjan de esta tarea pueden ser analizados utilizando las funciones de entretener, enseñar y perpetuar la memoria.
Mediante la escucha y la intervención de los chicos podemos construir un “archivo” oral de cada pequeño grupo social y las relaciones que se establecen entre ellos, viendo correspondencias y diferencias.
Esta actividad nos permite reflexionar acerca de nuestra identidad y nuestra cultura a partir de los relatos que circulan y de cómo son apropiados y representados por los chicos.
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